sábado, 16 de enero de 2010

Templo de la fama, realidad o quimera.



Por: Álvaro Álvarez Díaz


En medio de tantos díceres acerca de la historia de lo que ya debió haber sido una realidad, el Salón de La Fama del béisbol cubano, me interesa hurgar, después de conocer que en la mayoría de los países ya existe un recinto de ese tipo, donde se tienen en cuenta múltiples requisitos para la elección de sus excelsos atletas, por la repercusión que puede tener entre los seguidores.

Un altercado, en un momento determinado, con un árbitro, te puede limitar en las aspiraciones de incluirte en la selecta relación, por ejemplo el estelar camarero boricua Roberto Alomar terminó en tercer lugar en las votaciones de éste año porque, dicen, escupió a un umpire en un juego hace años, y entonces, los diez guantes de oro, los doce juegos de estrellas, el rendimiento en el terreno etc, etc, etc, ¿no cuentan?.

Son determinantes parámetros que, muy bien, se pudiera pensar que para ingresar en Cooperstown, es preciso haber tenido una trayectoria implacable, dentro y fuera del terreno, de lo contrario las opciones se reducen a cero.

Repasé los nombres de los elegidos en los años anteriores y ciertamente, están los que deben estar, incluso me motivó el hecho de que, hay espacios para los que no pudieron llegar a las Grandes Ligas por motivos raciales, también los que después de agotar los recursos con los periodistas se someten al criterio del comité de veteranos, y hasta los managers, directivos y cronistas, tienen posibilidades.

Mi propósito no es cuestionar la inclusión de algunos o la exclusión de otros, no creo que esté preparado para eso, sin embargo estoy en condiciones de cuestionar la incapacidad de los encargados de acabar de construir, aprobar o no sé cuantos trámites habrá que hacer, el salón o templo sagrado del béisbol en Cuba.

A mediados del año dos mil ocho, se publicó en el diario juventud rebelde un reportaje del periodista Hugo García, donde se hace referencia a lo que debía ser el lugar sagrado de un deporte que es pasión de todos los cubanos, el béisbol.



El gran Martín, orgullo de Matanzas y de Cuba.



Es cierto, han transcurrido 135 años de la celebración del primer juego oficial de béisbol en Cuba, honor que correspondió al legendario parque “Palmar de Junco” en la ciudad de Matanzas, a unos metros de donde nació el más grande de todos los peloteros cubanos, Martín Dihígo Llanos, y la afición sigue pidiendo a gritos la construcción del salón de la fama… ¿Cuándo será?

Algunos historiadores han manifestado que el proyecto existe, lo que no existe es la voluntad de concretarlo, otros se han atrevido a decir que debe ser el parque capitalino Latinoamericano, pero como no se ponen de acuerdo, porque además sería una tremenda injusticia privar a la vetusta Matanzas de tan alto reconocimiento, merecido por cierto, aún la propuesta está en papeles.

Conocí, leyendo el reportaje antes citado que, en el año 1991 se emitió una Resolución, la número 104, de la Comisión Nacional de Monumentos, firmada por Antonio Núñez Jiménez, presidente, donde se consigna en uno de sus Por Cuanto: “Por ser el Palmar de Junco la instalación para el juego de pelota más antigua de Cuba, iniciadora y promotora de nuestro deporte nacional; por ser también, lugar de desarrollo de grandes figuras de la pelota cubana, el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), con motivo de celebrarse en Cuba la Oncena edición de los Juegos Panamericanos, ha considerado rendirle homenaje al Palmar de Junco situando en sus instalaciones el Hall de la Fama”. ¿Y entonces?

Hasta José Martí supo de este deporte, en la época en que existía el Palmar de Junco. A solo catorce años del primer juego, escribió sobre la pelota en el diario La Nación, Nueva York: “(…) por su firmeza para recibir la bola de lejos, o la habilidad para echarla de un macanazo a tal distancia que pueda, mientras la devuelven, dar la vuelta el macanero a las cuatro esquinas del cuadrado en que están los jugadores, (…) gana fama en la nación, enamorada de los héroes de la pelota, y aplauso de las mujeres (…)”.

Estoy imaginando a los niños, adolescentes, jóvenes cubanos y extranjeros, admirando a los grandes de este deporte en Cuba, a sus ídolos, además aprovechar la oportunidad para ampliar sus conocimientos de la cultura nacional, eso no tiene precio.

Para los elegibles, atletas, árbitros, historiadores, directivos y periodistas, será una razón más de entrega al deporte, de identificación con su pueblo y de ejemplaridad dentro y fuera del terreno, aseguró Hugo en su reporte, hace año y medio.

Alguien dijo, “un museo es, ante todo, la memoria de la nación”, en poco espacio se pudieran atesorar, objetos, piezas, implementos, trofeos, testimonios, y documentos de incalculable valor.


Es increíble que muchos cubanos visiten Cooperstown, para admirar la brillante carrera de Cristóbal Torriente, José de la Caridad Méndez, Martín Dihígo, “Tany” Pérez, y en su tierra no exista un lugar para igualmente rendir el homenaje perpetuo, por todo lo que han significado en la historia del pasatiempo nacional.

Sería un gran estímulo para la afición cubana, que ha respaldado incondicionalmente a sus atletas, motivo de regocijo también, para mostrar a los que nos visitan. Aquí, por fortuna, la mayoría ha mantenido una conducta ejemplar dentro y fuera del terreno, hay figuras suficientes a tener en cuenta, para que los niños los tomen como patrón.

Sugiero finalmente, consultar, puede ser a través de encuestas, el criterio de la entusiasta afición beisbolera cubana, incluso solicitar su contribución, estoy seguro que encontrarán el apoyo necesario, para concretar de una vez, lo que tanto la gente reclama.

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