Por:
Álvaro Álvarez Díaz
matancero@gritodebaire.icrt.cu
No
podemos negar que se vivieron jornadas intensas, algunas pasadas por agua, en
la postemporada del béisbol cubano. En todo el país se comenta aún, el desempeño
del inspirado equipo de Ciego de Ávila (Tigres), titular por primera vez, en el
principal certamen deportivo de la Isla. La atractiva demostración de los
elencos de Matanzas y Las Tunas, la pálida actuación de Cienfuegos y Sancti
Spiritus, así como la combatividad de Granma e Industriales.
Llamaron
la atención algunos jugadores que estoy seguro no faltaran en la nómina de
preseleccionados para los escasos eventos internacionales del año: Topes vs
Nicaragua y Estados Unidos, Semana beisbolera en Haarlem y… punto.
Un
jardinero avileño nombrado Rusney Castillo se robó el show, resultó la bujía
inspiradora del campeón; bateador de tacto y fuerza, rápido desplazamiento,
potente brazo y certero en los tiros, buen fildeador y con impresionante
sentido de la colocación. Tendrá un acompañante que exhibe similares
herramientas: el matancero Guillermo Heredia.
En
Holguín hay un pitcher, Pablo Millán Fernández, que ha dejado boquiabiertos a
varios especialistas por el dominio que muestra en el box, la variedad de
lanzamientos, los ángulos de salida de sus envíos, la concentración que le
permite un autocontrol reservado solo para los estelares.
Puedo
mencionar otros que también dejaron una grata impresión, sin embargo necesitan
pulimento y ejercicios de memoria porque se bloquean con facilidad; se les
olvida el conteo del bateador en turno, tiran a donde no es, repiten el mismo
lanzamiento con el que le dieron jonrón en dos turnos anteriores.
Aunque
no es mi propósito aguar la fiesta, estimo oportuno corregir el tiro para evitar
males mayores, los mismos que han pasado inadvertidos cuando la victoria y el
espectáculo se adueñan del escenario competitivo nacional. Urge revisar los
elementos arcaicos, esos que otros se han visto obligados a cambiar. La vida es
dialéctica e impone transformaciones, de lo contrario te quedas.
No
es pecado auxiliarnos de técnicos y entrenadores actualizados con lo último del
béisbol moderno. Aprecio un miedo aterrador a consultar un técnico dominicano,
o venezolano, por ejemplo. Alguien dijo, a propósito de la clínica impartida
por entrenadores japoneses: no es precisamente la doctrina japonesa la que
deben asumir nuestros lanzadores, porque es otra cultura. Bueno, busquemos un
latino o varios.
En
mis manos un ejemplar del periódico Granma publicado el lunes 15 de noviembre
del 2010, donde aparece una entrevista realizada a, quien considero, uno de los
técnicos mejor preparados de Cuba en estos momentos: Víctor Mesa Martínez; el
periodista pregunta ¿Después de cinco décadas y de tantos títulos a todos los
niveles, es posible hablar de una escuela cubana de béisbol, como existe en
varios países de Asia o en Estados Unidos?
Víctor,
responde: “Nosotros no tenemos ninguna escuela y digo eso porque no existen
academias, sucursales, ni la categoría doble A, que no es exclusiva del
profesionalismo, sino del lógico desarrollo de un deporte. Hay un solo
béisbol”.
“La
escuela cubana no existe. Una de las razones es que han pasado no pocos
comisionados que no saben de béisbol. Somos potencia por una suerte de la
naturaleza, del talento natural. Y si fuera a escoger un estilo, me gusta la
escuela estadounidense porque, aunque nos duela por muchas razones, es el mejor
béisbol del mundo”.
1. Ciego de Ávila
2. Industriales
3. Matanzas
4. Granma
5. Villa Clara
6. Las Tunas
7. Cienfuegos
8. Sancti Spíritus
9. Santiago de Cuba
10. Pinar del Río
11.Guantánamo
12. Holguín
13. Camagüey
14. Isla de la Juventud
15. Metropolitanos
16. Artemisa
17. Mayabeque.
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