Por: Álvaro Álvarez Díaz
A medida que el fanático cubano se introduce en el apasionante mundo del béisbol se interesa más por sus particularidades, desea conocer lo simple y lo profundo, las mil y una variantes que se pueden aplicar en las distintas situaciones que se presentan en el juego, pero además está convencido de las virtudes, la calidad y la entrega de los peloteros criollos en cualquier escenario.
Aplaude hasta el delirio las buenas jugadas, reconoce las efectivas decisiones de un manager o entrenador, sin embargo arremete sin compasión cuando alguien se equivoca (atleta, manager, árbitro), no así ante un error físico de los defensores al campo, porque comprende que eso forma parte del espectáculo.
Inadmisible resulta un desliz mental, eso es imperdonable. Ahora recuerdo la final de la Serie Nacional entre Villa Clara e Industriales, cuando el “experimentado” inicialista Ariel Borrero se quedó con la pelota después de fildear un rolling con las bases llenas y un out, o cuando no le pasó la pelota al pitcher después de aceptar otro rolling por detrás de la almohadilla que le permitió al corredor llegar safe.
Otras y…otras, harían muy extenso el comentario, lo cierto es que los errores mentales en la pelota cubana están a la orden, donde ocupan un lugar destacado los lanzadores. No concibo un joven con el brazo sano, velocidad por encima de las noventa millas, óptimas condiciones físicas y no sea capaz de lograr el comando necesario en sus envíos que le permitan un desempeño exitoso desde el montículo.
Evidentemente no ejercitan el pensamiento, les cuesta trabajo decidir ante una situación de compromiso, por lo tanto pregunto: ¿cómo es posible? ¿Dónde está el trabajo de los entrenadores?. Hace algunos años los lanzadores eran semianalfabetos, los entrenadores estaban escasos, y estoy casi seguro que las equivocaciones no abundaban tanto como hoy.
Cuando estos temas salen a la luz en cualquier esquina de este pueblo, casi siempre entra en escena el béisbol de Grandes Ligas; la mayoría coincide en el criterio de que se equivocan poco, es cierto. La celebración de los dos clásicos mundiales le ha dado la oportunidad a la afición cubana de poder valorar el comportamiento de algunos jugadores con un desempeño exitoso en la Gran Carpa. Es innegable la calidad y profesionalidad que demuestran en cada partido.
En todo eso estamos de acuerdo, aunque también se cometen dislates que provocan la inconformidad de los fanáticos, precisamente por eso, porque no conciben un pelotero con esa maestría cometer pifias de ese tipo.
A propósito leí recientemente un artículo del especialista Tim Kurkjian, que escribe en ESPN, refiriéndose a los comunes errores mentales en el béisbol de Grandes Ligas, y a manera de muestra extraje el siguiente fragmento para ponerlo a su consideración, amigo lector…
“Los jugadores jóvenes de hoy son más grandes, fuertes, rápidos y talentosos que nunca, pero algunos de ellos, si no la mayoría, no saben jugar el deporte”.
“Nunca he visto eso con más claridad que el sábado pasado en las mayores, un día que normalmente no sucedería a lo largo de 20 años, pero lamentablemente, ese día ha sucedido muchas veces más en los últimos 20 años. Esto fue lo que hicieron los Rojos ese día.
En la parte baja de la tercera entrada, el lanzador Johnny Cueto, quien estaba en primera base, pensó que se había hecho el tercer out en primera base, así que siguió corriendo más allá de la intermedia y fue sacado de out a mitad del camino hacia tercera. En la próxima entrada, Brandon Phillips fue atrapado con ventaja en primera por el lanzador de los Padres Wade LeBlanc.
En la próxima entrada, lo mismo pasó con Jonny Gomes. En la próxima entrada, al jardinero central de los Rojos Drew Stubbs se le olvidó cuántos outs había, y, luego de recibir un elevado para el segundo out de la sexta entrada, tiró la pelota a las gradas: Cuatro entradas consecutivas, cuatro errores mentales. Después del partido, el manager de los Rojos, Dusty Baker, un ex jugador de la vieja escuela, cerró las puertas del camerino y le gritó a su equipo.
El manager de los Bravos, Bobby Cox, debió haber hecho lo mismo ese día en Nueva York. En la quinta entrada de su juego contra los Mets, los Bravos tenían corredores en segunda y tercera con un out. Recuerda, los Bravos estaban (y están) confrontando dificultades para anotar carreras, cada base es importante para ellos. Troy Glaus bateó un elevado profundo al jardín derecho.
El corredor en tercera, Yunel Escobar, olvidó cuántos outs había, y corrió hacia el plato. Para entonces, Martín Prado, el corredor de segunda, casi estaba en tercera. Fue sacado de out para la doble matanza, y no anotó la carrera. Todo esto sucedió en el cumpleaños 38 de Chipper Jones cuando todo lo que quería como regalo era que Escobar, un gran talento, jugara correctamente durante nueve entradas.
"Los muchachos de hoy no tienen miedo porque ya no toman responsabilidad por sus errores", dijo el manager de los Vigilantes, Ron Washington. "Yo veo eso en cada juego, todos los días".
No es mi intención entrar en detalles ridículos, es la sugerencia para el análisis. Ojalá podamos intercambiar acerca del tema si les interesa. Estoy abierto al debate, quizás otros testimonios pueden enriquecer el trabajo. La preocupación está generalizada. Todo parece indicar que donde quiera ocurre algo similar.
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