lunes, 7 de junio de 2021

La historia de Yan

Por: Álvaro Álvarez Diaz

Fotos: Cortesía del entrevistado

Yan Alejandro Pérez Núñez emigró de Cuba y ahora juega béisbol en la fría Rusia, pero aún sigue buscando respuestas de por qué fue expulsado del equipo de Matanzas.

Después de su paso por la categoría juvenil y en el sub-23, jugó dos temporadas con los Cocodrilos en la Serie Nacional. Con este equipo, estuvo bajo el mando de Víctor Mesa y Víctor Figueroa, con quienes tuvo experiencias contrapuestas. Del primero guarda buenos recuerdos, pero del segundo ocurre todo lo contrario: fue el hombre que decidió apartarlo del equipo.

En la actualidad, Yan vive en Rusia y representa al equipo Estrellas Rusas de la liga de ese país, donde ya tiene un espacio dentro de la selección nacional sub-23 y de mayores, aunque para su debut necesita del pasaporte, el cual debe tener en sus manos para julio, cercano al europeo de béisbol, que se desarrollará en agosto.

Pero antes de emprender este viaje a miles de kilómetros, luchó por establecerse en Cuba, y debió sobreponerse, entre otras dificultades, a la muerte de su padre.  También antes de recalar en Rusia, participó en Colombia con los Caimanes de Barranquilla, aunque nunca se encontró cómodo en ese país debido a la violencia.

 Yan comenzó en el béisbol con 9 años, en el municipio Colón, en Matanzas, aunque su madre siempre se opuso a su carrera de pelotero. “Eso se convirtió como una competencia entre ella y yo, a ver quién se daba por vencido primero”, pues para la progenitora era mucho mejor ser universitario.

“Pero gracias a ella puedo decir que hoy soy un pelotero profesional, porque me aferré tanto en llevarle la contraria, por hacer lo que me gusta, que es el béisbol, que he logrado mis objetivos y sigo cumpliendo metas”.

Fue su abuela Dora quien siempre lo apoyó y lo acompañaba en cada juego. Su padre deseaba verlo vestir el uniforme de Matanzas, pero por esos caprichos del destino, un accidente le arrebató la vida sin poder disfrutar de ese momento.

“Mi paso a la Serie Nacional fue un reto muy grande y un compromiso muy importante, porque el sueño de mi padre era verme con el traje del equipo de Matanzas y una semana antes de comenzar el sub-23 falleció en un accidente. Eso me chocó muy fuerte emocionalmente y mi resultado no fue el mejor ese año, en el que me dejan fuera de la preselección del equipo de Matanzas.

“Después, los entrenadores decidieron darme una oportunidad de integrarme a la preselección y luchar por un puesto en el equipo. Yo tenía un compromiso muy grande con mi padre y conmigo mismo, me dediqué de lleno y logré hacer el equipo”, cuenta.

Los inicios en los entrenamientos en las categorías inferiores no fueron los mejores. No contaba con spikes para entrenar, pero sí estuvo rodeado de compañeros y entrenadores a quienes les sobraban los deseos de trabajar.

Comenzó en la EIDE de Matanzas Luis Augusto Turcios Lima en el curso 2012-2013, en la categoría sub-15, y luego pasó al nivel juvenil. Aunque en su primer año no hizo el grado para el equipo provincial de esa categoría, terminó después como receptor regular y capitán del equipo.

“Jugaba primera, tercera y torpedero. Un día fuimos a jugar y no teníamos cácher porque estaba lesionado y le dije a entrenador ‘voy a cachear’, y desde ese día soy receptor. Aquel partido lo ganamos”, recuerda.

Yan debutó en el torneo sub-23 en la temporada 2016-2017. Venía de un momento difícil, tras la muerte de su padre: justo en su primer partido en esta competición, contra Cienfuegos, cumpliría años su padre.

“El primer juego de ese año fue en Cienfuegos y ese mismo día era el cumpleaños de mi papá. Me reuní con todo el equipo y les digo: ‘hoy es el cumpleaños de papá y quiero que jueguen conmigo para dedicarle la victoria’. Alexander Bustamante era el pícher y me dijo que le dedicaría el triunfo. Víctor Víctor Mesa prometió traer la primera carrera y les dije a todos que iba a decidir el juego y te juro que así mismo pasó todo”.

El increíble momento en que Yan decide el desenlace del desafío ocurrió con una línea con las bases llenas, que dio contra las cercas, en un partido que perdían 2×1. Durante esa temporada, Yan se desempeñó en la primera base mientras se turnaba la receptoría con Ariel Martínez.

“Ese año me enseñó mucho porque ya empezaba a jugar un béisbol más fuerte, estaba a un paso de la Serie Nacional. El entrenamiento y sacrificio tenía que ser el doble. No me fue muy bien en el torneo al bate, pero en la defensa si tuve muy buen resultado: siempre me he caracterizado por ser un buen receptor defensivo. Recibí muchos concejos de Juan Manrique, de Evelio Hernández, receptores de equipos Cuba de mucha experiencia”, afirma.

En la tercera temporada en el sub-23 llegó la medalla de plata, en un año en que muy pocos contaban con Matanzas: “teníamos de director a Arlet Vázquez que nos daba mucha confianza y no tenía miedo a nada. El lema de nosotros era candela, candela sí, jóvenes y novatos, pero con mucho corazón”.

Por fin, en la Seria Nacional 56 llegó al equipo de Matanzas bajo la dirección de Víctor Mesa, quien lo utilizaba en los cierres de partidos, función que desempeñó durante toda la temporada.

“Aprendí mucho con él, a estar en cada jugada, en anticiparme a todas las situaciones del juego, a cómo entrenar sobre las deficiencias. Fue una escuela muy buena para mí. Me dejó la enseñanza de que el béisbol hay que jugarlo con amor y sentirlo para que salga el resultado”, dice.

Pero en la siguiente temporada llegó Víctor Figueroa al mando de los Cocodrilos y ya nada sería igual: tuvo participación en tan solo en 12 juegos. Sin saberlo, su tránsito dentro del béisbol en su provincia natal se acercaba a su fin. 

“Ese año clasificamos a los play off. Tres días antes del equipo viajar a Pinar del Río para la última subserie me lesioné la pierna derecha en la parte posterior del muslo. Luego ya íbamos a descansar, a pasar fin de año, y le digo a Víctor Figueroa que estoy lesionado. En esa etapa se habían ido muchos peloteros jóvenes y él pensó que yo me iba a ir del país y comienza a decir cosas que no tenía que decir y me dice: ‘cuando regrese de Pinar del Río si tú no estás listo, no te quiero más en el equipo”, cuenta.

“Fui por mi propia cuenta al médico. Me dice que tenía un desgarro muscular en el muslo por la parte de atrás. Al regreso me pregunta: ‘¿cómo estás?’ Le muestro el resultado de la prueba y me dice todo bien. Cuando voy al juego de pelota, a las dos de la tarde, me llama el médico y me dice: ‘Yan, Chávez, Dariel Polledo y tú están despedidos del equipo, no van a estar más, se incorporan a la preselección del sub-23 cuando comience”.

Decisión de esas que cambian vidas, para las que no se encuentran respuestas ni rostros que se atrevan a brindar una justificación, aunque Yan la sigue buscando: “no hubo una explicación, no hubo nada, un mes después ya no estaba en el equipo de Matanzas”.

Buscó suerte en Colombia con los Caimanes de Barranquilla, pero nunca se adaptó a la violencia que respiró y sintió en la ciudad. A su regreso se mantuvo entrenando para no perder la forma física hasta que le llegó la oportunidad de viajar y jugar en Rusia, donde reside desde el pasado año.

“Al principio fue un poco difícil porque el clima es muy malo, con mucho frío, aunque ya en verano es normal. El idioma choca mucho, tenemos profesor de ruso tres veces a la semana y el béisbol es el mismo en cualquier lugar del mundo. Ahora en invierno entrenamos de lunes a viernes. Juego en el club Estrellas Rusas y también estoy en el equipo nacional de Rusia. Este año, si Dios quiere, me llega mi pasaporte para poder jugar el europeo y también entreno con el equipo sub-23 de este país”, cuenta.

El pasado año jugó con el equipo de la ciudad de San Petersburgo en el campeonato sub-23 y de clubes. Por ahora solo se dedica al béisbol y a estudiar el idioma, mientras que sueña en un futuro poder entrenar a niños en Rusia.

Yan lleva más de un año fuera de Cuba y extraña: “Aquí estoy lejos de la familia, lejos de las personas que quiero, muchos piensan en Cuba ¡qué rico estar allá!, pero no saben lo que es estar un año sin tus seres queridos”.

El club le garantiza el hospedaje, las clases de rusos, el seguro médico y todo lo que necesite. No tiene un contrato oficial con el equipo, pues para eso necesita de su pasaporte, aunque para jugar solo le basta con la visa.

Está viviendo esos días en el béisbol por los que siempre luchó, aunque nunca pensó que sería tan lejos de su país. No ha podido borrar la manera en que lo echaron de la pelota cubana. Mientras, espera ese momento en que pueda demostrar con su talento que estaban equivocados los que no fueron capaces de darle una respuesta.

“Algún día quisiera jugar (en Cuba) y decirles: cometieron un error muy grande y me llegó el momento de demostrarles cuánto se equivocaron”. 

Nota: Esta entrevista la realizó Darien Medina Bonilla y Swing en el diamante la reproduce....

 

 

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