Por: Álvaro Álvarez Díaz
Por lo sustancioso que presenta este comentario el periodista Ibraím Sánchez Carrillo en su prestigioso Blog: Zona de Strike, lo pongo a consideración de los habituales de Swing en el diamante. En breve daré a conocer mis puntos de vista en relación con la debacle...
“¡Perdimos porque perdimos!”, dijo el manager Víctor Mesa Martínez,
en la conferencia de prensa que cerró la actuación de Cuba en el III
Clásico Mundial de Béisbol (CMB). La frase fue rematada con un
escurridizo “no hay que buscar culpables”, al estilo Pilatos, en un
momento en el que se imponía la hidalguía.
El argumento del estratega criollo me arrancó una carcajada de ira.
Excusar un resultado en el que tuvieron responsabilidad todas las
partes –unas más que otras- es una mofa salpicada de “ingenuidad”.
¿Acaso Víctor no se da cuenta que no se trata de culpar a este o a
aquel, sino de analizar con justeza los desaciertos que propiciaron el
descalabro? ¿Es tan difícil para Él reconocer que su equipo jugó mal el
desafío contra Holanda -aun cuando vivimos al borde del infarto- y que
sus estrategias en todo el torneo fueron un fracaso?
Pero ahora miremos qué pasó este lunes en el Tokyo Dome y dejemos
para luego el escrutinio de los aspectos más generales que truncaron el
“sueño de San Francisco”; pues la actuación de Cuba es el resultado de
un proceso tangible que tiene raíces clavadas en el mismísimo corazón de
nuestro béisbol.
En el desafío de ayer hubo tres elementos determinantes: jugadores
que no respondieron en el momento crucial a la defensa y la ofensiva
(básico señalarlos como mismo se hace con los héroes en el triunfo, no
lo olvidemos); cuestionable manejo de los hilos del juego por parte de
Mesa Martínez y un rival Naranja menos errático.
En un breve vistazo cronológico recordemos que en el temprano segundo
inning Frederich Cepeda Cruz fue sorprendido en un intento de estafar
la intermedia, con Alfredo Despaigne Rodríguez en el conteo de tres y
dos (a la postre boleto). ¿Robar con Cepeda? Primer desliz.
El tercero rollo fue puramente del lanzador Vladimir García
Escalante. Le sonaron tres imparables, dio un pelotazo y soportó dos
rayitas; aunque en dos lances por el campo corto Erisbel Arruebarruena
no muy estuvo preciso.
En el cuarto, el mismo Cepeda Cruz –muy seguro en el torneo- bateó
para doble play y rompió un instante ofensivo clímax, en el que Gourriel
Castillo abrió con tubey y José Miguel Fernández lo remolcó con
sencillo. Falló el bueno a la hora bueno; luego José Dariel Abreu Correa
sacudió vuelacercas solitario. Pese a eso se igualó 2-2 el encuentro. Segundo momento, poco provechoso.
Los europeos volvieron a activar la registradora en el final de ese
episodio con la complicidad de la defensa cubana, que regaló dos
anotaciones sin apenas un hit del contrario. Primero Arruebarruena optó
por buscar un out por la antesala y convirtió un lance en fielder´s
choice, cuando la jugada indicada era sacar en la inicial; luego
Yulieski Gourriel Castillo se quedó “pasmao” y no cubrió un tiro del
receptor a tercera para tratar de impedir un arriesgado robo. Error y
carrera anotada ¿Dormido el Yuli o desconcentrado? Tercer –costoso- desacierto.
Con dos debajo en el quinto, Víctor quemó las naves con su habitual
cambia-cambia; se quedó sin banco, aunque consiguió igualar las
acciones. ¿Cuestionable la maniobra del técnico? Sí, desde el punto de
vista estratégico; aunque ninguno de los cambios influyó en la derrota.
(Realmente esta alineación a partir de aquí -Bell, Yulieski, Fernández,
Cepeda, Abréu, Despaigne, Tomás, sin Eriel y con González- con algún
reacomodo interno puedo aportar mayores dividendos).
Después sobrevino una calma. Holanda nos regaló un séptimo inning en
el que conectó tres imparables pero se fue en blanco, en lo que tuvo
mucho que ver un hombre cogido robando. Inflados por el scone reaccionamos
en el octavo a puro bate para tomar el mando 6-4. Y cuando estábamos a
¡cuatro outs de San Francisco!, se apareció Andrelton A. Simmons y le
atizó vuelacercas de dos carreras a Norberto González Miranda para poner
la pizarra 6-6.
Entonces la pregunta saltó aguijonea por el destino ¿Fue prudente
dejar tanto tiempo en el box al zurdo? No. Hasta ahí González Miranda
había tirado 3,1 innings de leyenda –casi impecables- y exigirle una
sobre dosis resultaba temerario. Todos sabemos que él para este nivel no
pinta para más de tres vueltas por la Lomita de los Martirios. Así se
pagan los riesgos. Cuarto infortunio.
En el noveno volvimos a tener una brecha para colarnos y poner contra
la pared a los holandeses; pero Gourriel Castillo –después de batear un
buen hit y robar segunda- no supo apreciar las bondades de un batazo al
izquierdo, conectado por el zurdo Fernández, y se quedó tiritando en la
antesala. ¿Podía anotar Yulieski? Sí. ¿Muy conservadores o el muchacho
andaba por el Pacífico? Acto seguido Cepeda Cruz volvió a fallar
(ponche), con corredores por las esquinas y Abréu cedió en elevado. Quinta desdicha.
Con todos estos desaciertos Cuba todavía estaba con vida. González
Miranda volvió a encaramarse en el montículo y sacó el importante primer
out del noveno; pero inexplicablemente Víctor lo extrajo del box. ¿Por
qué ahora? ¿Para no correr los mismos riesgos que en la entrada anterior
o fue otro de esos “luminosos” arranques de Serie Nacional? Por fortuna
la decisión no influyó de manera directa en lo que estaba por suceder.
La piedra que desfondó el saco fue un costoso error de Gourriel
Castillo. Sexta y definitiva desgracia.
Yander Guevara Morales lanzó para dominado (era el segundo out); pero
el Yuli (una y otra vez como una fantasma en los momentos cruciales)
pifió una rolata que abriría el camino de la desesperación para los
cubanos. Yander soportó un sencillo, Víctor se deshizo de él y perdió el
rumbo en una apuesta por el novel Raicel Iglesia, una fórmula
recurrente solo justificable por la poca profundidad del staff. Fin de
la historia.
Tal vez parezca pedante repasar cada uno de estos momentos, por
manoseados que están; pero la derrota se fragua con muchos poquitos y
aquí están los fundamentales. Si nos damos cuenta Holanda ganó por dos
razones elementales: jugó con mayor precisión y los cubanos hicieron
todo lo contrario. Detrás hay otras interrogantes más enjundiosas.
¿Cómo es posible que hayan aprendido a derrotarnos y nosotros a ellos
no? ¿Porqué no valoramos como un rival potencial a los naranjas y
desviamos toda la atención hacia los asiáticos? (de lo único se habló
fue de contrarrestar el juego chiquito, no lo puedo olvidar, hasta se
dijo que no hacía falta un cuarto bate) ¿Estaba Cuba bien preparada
psicológicamente para imponerse a un rival que le había doblegado hasta
ese momento en cuatro de cinco oportunidades en los últimos dos años o
creyeron que el triunfo caería por ley de probabilidad?
No perdimos porque perdimos, como aseguró Víctor Mesa Martínez. Las
cuotas del destino están repartidas en nombres. Llámese Gourriel,
Cepeda, Arruebarruena, Norberto o Víctor, porque si en la gloria somos
capaces de endiosar a los mortales ¿porqué en la reflexión de la derrota
no vamos a señalar los que fallaron? Maldita miopía hereditaria que nos
hiere las entrañas.
Detrás de este fracaso están las insuficiencias que no pudieron
corregir los jugadores, está la incapacidad de un cuerpo técnico que no
supo –en el largo tiempo que tuvo- perfilar una estrategia coherente
para medirse a un equipo determinado, en este caso Holanda.
¡Perdimos porque perdimos! es respuesta vana e intolerable, como la
actitud de protagonista exagerado que se agenció el manager cubano, en
este y en todos los desafíos.
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