miércoles, 13 de marzo de 2013

¡Perdimos porque perdimos!, el argumento de Víctor

 Por: Álvaro Álvarez Díaz

Por lo sustancioso que presenta este comentario el periodista Ibraím Sánchez Carrillo en su prestigioso Blog: Zona de Strike, lo pongo a consideración de los habituales de Swing en el diamante. En breve daré a conocer mis puntos de vista en relación con la debacle...

“¡Perdimos porque perdimos!”, dijo el manager Víctor Mesa Martínez, en la conferencia de prensa que cerró la actuación de Cuba en el III Clásico Mundial de Béisbol (CMB).  La frase fue rematada con un escurridizo “no hay que buscar culpables”, al estilo Pilatos, en un momento en el que se imponía la hidalguía.


El argumento del estratega criollo me arrancó una carcajada de ira.  Excusar un resultado en el que tuvieron responsabilidad  todas las partes –unas más que otras- es una mofa salpicada de “ingenuidad”.

¿Acaso Víctor no se da cuenta que no se trata de culpar a este o a aquel, sino de analizar con justeza los desaciertos que propiciaron el descalabro? ¿Es tan difícil para Él reconocer que su equipo jugó mal el desafío contra Holanda -aun cuando vivimos al borde del infarto- y que sus estrategias en todo el torneo fueron un fracaso?

Pero ahora miremos qué pasó  este lunes en el Tokyo Dome y dejemos para luego el escrutinio de los aspectos más generales que truncaron el “sueño de San Francisco”;  pues la actuación de Cuba es el resultado de un proceso tangible que tiene raíces clavadas en el mismísimo corazón de nuestro béisbol.

En el desafío de ayer hubo tres elementos determinantes: jugadores que no respondieron en el momento crucial a la defensa y la ofensiva (básico señalarlos como mismo se hace con los héroes en el triunfo, no lo olvidemos); cuestionable manejo de los hilos del juego por parte de Mesa Martínez y un rival Naranja menos errático.

En un breve vistazo cronológico recordemos que en el temprano segundo inning Frederich Cepeda Cruz fue sorprendido en un intento de estafar la intermedia, con Alfredo Despaigne Rodríguez en el conteo de tres y dos (a la postre boleto). ¿Robar con Cepeda? Primer desliz.

El tercero rollo fue puramente del lanzador Vladimir García Escalante. Le sonaron tres imparables, dio un pelotazo y soportó dos rayitas; aunque en dos lances por el campo corto Erisbel Arruebarruena no muy estuvo preciso.

En el cuarto, el mismo Cepeda Cruz –muy seguro en el torneo- bateó para doble play y rompió un instante ofensivo clímax, en el que Gourriel Castillo abrió con tubey y José Miguel Fernández lo remolcó con sencillo. Falló el bueno a la hora bueno; luego José Dariel Abreu Correa sacudió vuelacercas solitario. Pese a eso se igualó 2-2 el encuentro. Segundo momento, poco provechoso.

Los europeos volvieron a activar la registradora en el final de ese episodio con la complicidad de la defensa cubana, que regaló dos anotaciones sin apenas un hit del contrario. Primero Arruebarruena optó por buscar un out por la antesala y convirtió un lance en fielder´s choice, cuando la jugada indicada era sacar en la inicial; luego Yulieski Gourriel Castillo se quedó “pasmao” y no cubrió un tiro del receptor a tercera para tratar de impedir un arriesgado robo. Error y carrera anotada ¿Dormido el Yuli o desconcentrado? Tercer –costoso- desacierto.

Con dos debajo en el quinto, Víctor quemó las naves con su habitual cambia-cambia; se quedó sin banco, aunque consiguió igualar las acciones. ¿Cuestionable la maniobra del técnico? Sí, desde el punto de vista estratégico; aunque ninguno de los cambios influyó en la derrota. (Realmente esta alineación a partir de aquí -Bell, Yulieski, Fernández, Cepeda, Abréu, Despaigne, Tomás, sin Eriel y con González- con algún reacomodo interno puedo aportar mayores dividendos).

Después sobrevino una calma. Holanda nos regaló un séptimo inning en el que conectó tres imparables pero se fue en blanco, en lo que tuvo mucho que ver un hombre cogido robando. Inflados por el scone reaccionamos en el octavo a puro bate para tomar el mando 6-4. Y cuando estábamos a ¡cuatro outs de San Francisco!, se apareció Andrelton A. Simmons y le atizó vuelacercas de dos carreras a Norberto González Miranda para poner la pizarra 6-6.

Entonces la pregunta saltó aguijonea por el destino ¿Fue prudente dejar tanto tiempo en el box al zurdo? No. Hasta ahí González Miranda había tirado 3,1 innings de leyenda –casi impecables-  y  exigirle una sobre dosis resultaba temerario. Todos sabemos que él para este nivel no pinta para más de tres vueltas por la Lomita de los Martirios. Así se pagan los riesgos. Cuarto  infortunio.

En el noveno volvimos a tener una brecha para colarnos y poner contra la pared a los holandeses; pero Gourriel Castillo –después de batear un buen hit y robar segunda- no supo apreciar las bondades de un batazo al izquierdo, conectado por el zurdo Fernández, y se quedó tiritando en la antesala. ¿Podía anotar Yulieski? Sí. ¿Muy conservadores o el muchacho andaba por el Pacífico? Acto seguido Cepeda Cruz volvió a fallar (ponche), con corredores por las esquinas y Abréu cedió en elevado. Quinta desdicha.

Con todos estos desaciertos Cuba todavía estaba con vida. González Miranda volvió a encaramarse en el montículo y sacó el importante primer out del noveno; pero inexplicablemente Víctor lo extrajo del box. ¿Por qué ahora? ¿Para no correr los mismos riesgos que en la entrada anterior o fue otro de esos “luminosos” arranques de Serie Nacional? Por fortuna la decisión no influyó de manera directa en lo que estaba por suceder.  La piedra que desfondó el saco fue un costoso error de Gourriel Castillo. Sexta y definitiva desgracia.

Yander Guevara Morales lanzó para dominado (era el segundo out); pero el Yuli (una y otra vez como una fantasma en los momentos cruciales) pifió una rolata que abriría el camino de la desesperación para los cubanos. Yander soportó un sencillo, Víctor se deshizo de él y perdió el rumbo en una apuesta por el novel Raicel Iglesia, una fórmula recurrente solo justificable por la poca profundidad del staff. Fin de la historia.
Tal vez parezca pedante repasar cada uno de estos momentos, por manoseados que están; pero la derrota se fragua con muchos poquitos y aquí están los fundamentales. Si nos damos cuenta Holanda ganó por dos razones elementales: jugó con mayor precisión y los cubanos hicieron todo lo contrario. Detrás hay otras interrogantes más enjundiosas.

¿Cómo es posible que hayan aprendido a derrotarnos y nosotros a ellos no? ¿Porqué no valoramos como un rival potencial a los naranjas y desviamos toda la atención hacia los asiáticos? (de lo único se habló fue de contrarrestar el juego chiquito, no lo puedo olvidar, hasta se dijo que no hacía falta un cuarto bate) ¿Estaba Cuba bien preparada psicológicamente para imponerse a un rival que le había doblegado hasta ese momento en cuatro de cinco oportunidades en los últimos dos años o creyeron que el triunfo caería  por ley de probabilidad?

No perdimos porque perdimos, como aseguró Víctor Mesa Martínez. Las cuotas del destino están repartidas en nombres. Llámese Gourriel, Cepeda, Arruebarruena, Norberto o Víctor, porque si en la gloria somos capaces de endiosar a los mortales ¿porqué en la reflexión de la derrota no vamos a señalar los que fallaron? Maldita miopía hereditaria que nos hiere las entrañas.

Detrás de este fracaso están las insuficiencias que no pudieron corregir los jugadores, está la incapacidad de un cuerpo técnico que no supo –en el largo tiempo que tuvo- perfilar una estrategia coherente para medirse a un equipo determinado, en este caso Holanda.

¡Perdimos porque perdimos! es respuesta vana e intolerable, como la actitud de protagonista exagerado que se agenció el manager cubano, en este y en todos los desafíos.

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