martes, 24 de mayo de 2011

Privilegio subestimado




Por: Álvaro Álvarez Díaz
Foto: Internet

Lamento no haberlo conocido, tampoco tuve la oportunidad de verlo jugar. Sin embargo, todos coinciden en afirmar que ha sido el mejor y más completo pelotero que ha pisado un diamante en la historia del béisbol, un deporte cuajado de figuras con amplísima y brillante trayectoria. Fue Martín Magdaleno Dihígo Llanos quien se encargó de dejar un legado inigualable en los anales del que muchos consideran: el rey de los deportes.

Según cuentan los historiadores: vino al mundo el 25 de Mayo de 1906, en el entonces ingenio “Jesús María” en el poblado de Cidra, perteneciente al municipio matancero de Limonar. Nadie pudo imaginar el talento que demostró con el decursar del tiempo.

Bien temprano (16 años) integró el equipo Habana en la Liga Cubana y demostró sus cualidades; buen fildeador, buen bateador, potente brazo e impresionante desplazamiento, a pesar de medir seis pies tres pulgadas y pesar 225 libras.

Dihígo, conocido también por varios seudónimos: El Inmortal, por los cubanos; El Maestro, por los fanáticos mexicanos y el “hombre-team” en las Ligas Negras de Estados Unidos, resultó un prodigio. Baste recordar que jugando en Cuba bateó nueve veces para promedio de 300 o más; en dos ocasiones para 400 y como si esto fuera poco, desde el box ganó cien juegos en doce temporadas.

En varios países dejó su imborrable huella de figura estelar: México, donde logró en 1938 el primer juego de no hit-no rum en la Liga local; también estuvo en Puerto Rico y Venezuela. Extraordinarios números logró el matancero y para ilustrarlo mejor acudo al trabajo del experimentado periodista Elio Menéndez;

24 años en la Liga Cubana: Dihígo bateó para 295, ganó 107 juegos y perdió 56, la mayoría de esas derrotas en el ocaso de su prolongada vida deportiva (24 años). En México jugó 11 temporadas, promedió ofensivamente para 319, ganó 119 desafíos y perdió 47. En 1937-38 resultó líder de los bateadores y los lanzadores con el Águila de Veracruz, en México , y con el Santa Clara, en Cuba. Y aunque no existen estadísticas oficiales que lo atestigüen, historiadores de las Ligas Negras americanas sustentan que en esa pelota de rango superior a la de Grandes Ligas ganó entre 260 y 270 juegos.

Múltiples anécdotas se conocen del gran Martín; un periódico de la época: en los años finales de la década del 30, Dihigo y Willie "El Diablo" Wells, arribaron al último día del campeonato en lucha abierta por el liderato de los bateadores, que encabezaba el Inmortal con dos décimas sobre Wells, quien le precedía en el orden al bate; tercero la maravilla norteña, cuarto el cubano. Esa tarde, Bell bateó de cuatro-.cuatro y recibió un boleto; Dihigo produjo de cinco-.cinco, el último batazo fue un jonrón, y aseguró el trono ofensivo.

Aseguran los que disfrutaron su desempeño en el terreno que, el análisis frío de los números no permite apreciar la grandeza de Dihígo. No obstante la coincidencia de criterios, sin chovinismo, me hace pensar en lo real, sin exageraciones, si porque amigos y enemigos, dentro y fuera del terreno han manifestado siempre la evidente diferencia del pelotero matancero con el resto de sus colegas.

Privilegio que tenemos los cubanos y sobre todo los matanceros, de exhibir el currículo de lo más grande que ha tenido el béisbol. Incluido en el salón de la fama de cuatro países: Cuba, Estados Unidos, Venezuela y México. Sin embargo, en las pocas ocasiones que se polemiza acerca de la grandeza de Martín, muchos aficionados coinciden en afirmar que este hombre debe ser más reconocido. Ubicarlo donde merece. Pienso en una gigantesca estatua en la entrada del vetusto “Palmar del Junco”, en su Matanzas querida. Los niños deben conocer más de Martín Digo. A veces subestimamos las joyas con que contamos.

Tal vez la culminación de los merecidos galardones llegó un poco tarde, pues Martín Dihigo falleció el 19 de mayo de 1971 en el pueblo de Cruces, entonces perteneciente a la provincia de Las Villas, hoy Cienfuegos, y la nominación del Comité de las Ligas Negras para figurar en el Salón de la Fama de Cooperstown, Nueva York, se hizo realidad el 8 de agosto de 1977.

En la tarja colocada junto a los mejores jugadores de todos los tiempos en los Estados Unidos aparece señalado textualmente: “MARTÍN DIHIGO LLANO EL MAESTRO, Ligas Negras (1923-1947). El más versátil de las estrellas de las Ligas Negras. Jugó béisbol en los campeonatos de verano e invierno. Registró más de 260 victorias como lanzador y cuando no subía a la lomita actuaba en distintas posiciones para promediar más de 300. También fungió como manager en diversas épocas”.

Fuentes: Revista Bohemia.Cubasi.

lunes, 16 de mayo de 2011

Se impuso la lógica


Por: Álvaro Álvarez Díaz
Foto: Internet

Varios compromisos impostergables me impidieron seguir la actualidad deportiva en este blog, no obstante estoy de regreso y presto a mantener la sistematicidad para cumplir las exigencias de ustedes, los lectores habituales y también quienes llegan por curiosidad.

Aún los acontecimientos de la Quincuagésima Serie Nacional de béisbol, están frescos en la mente de todos los que nos mantenemos fieles a un deporte, que forma parte del diario quehacer de la mayoría de los cubanos.

Les adelanto que mi intención, esta vez, no tiene nada que ver con el análisis del principal certamen deportivo de la nación. En publicaciones anteriores me he referido al tema y, por suerte, coinciden mis puntos de vista con lo expresado por los colegas de diferentes medios, provinciales y nacionales.

Eso si, estimo justo reconocer el desempeño de los pinareños, su victoria es parte de la lógica en el béisbol cubano, supieron defender el prestigio que se han ganado, la tradición que les distingue y la admiración que les profesan los aficionados en cualquier lugar del país. El valor, la modestia y el talento son atributos característicos en la tropa del experimentado mentor Alfonso Urquiola.

Capaz de aglutinar un grupo heterogéneo, veteranos y noveles, estrellas y desconocidos, para que la armonía constituyera premisa fundamental en pos del triunfo final.

En el lado opuesto un equipo avileño sediento de victorias pero, más arrogante, soberbio y con menos cualidades para lograr la admiración del respetable. Su manager Roger Machado hizo declaraciones que rozaron el irrespeto. Una cosa es tratar de insuflar coraje a sus discípulos y otra mostrarse autosuficiente e irreverente ante un rival con mucho más historial y calidad que los suyos.

Creerse el dueño de la verdad absoluta es sinónimo de mediocridad. Hace falta muchas horas de carretera para admitir que hemos aprendido y somos profesionales, no basta haber sido un atleta estelar, se requiere también de conocimientos tácticos y sobre todo intuición natural para saber el momento oportuno para cada decisión y sus consecuencias.

En resumen, resultó una final atractiva que no quiere decir, necesariamente que hubo calidad, todo lo contrario, se demostró la insuficiencia en detalles elementales que al final nos hacen daño.

De cualquier manera las palmas para el combativo elenco de Pinar del Río, se impuso la lógica: hay en Cuba cuatro equipos grandes y ahí está la historia; Industriales, Pinar del Río, Villa Clara y Santiago de Cuba.